Lucila Torres
A los 8 años mi mamá me llevó a una
escuela de verano y ahí comenzó a gustarme la natación. Fue entonces que me
inicié en este deporte, llegando a formar parte de un equipo de competición
hasta los 12 años que decidí dejarlo para investigar el mundo de la danza, algo
totalmente distinto y ligado a lo artístico. Pasé por diferentes danzas: jazz,
clásico, hip hop entre otras. Fue mi profesora de danza quién me presentó la
Acrobacia Aérea en Tela, un amor a primera vista. Con 15 años comencé a conocer
esta actividad ligada al circo que me atrapó hasta hoy. Un mundo nuevo, de
enrosques, trepadas, agarres, quemaduras en el cuerpo, dolores en músculos que
ni sabía que existían y una actividad muy poco conocida en ese momento.
Con el paso de los años me fui formando
con artistas y profesores ligados al circo no sólo con el elemento tela, sino
también en trapecio, lyra/aro, cuerda, palo chino. Es mi pasión, algo que nunca
me aburre ni me
cansa y voy descubriendo cómo mover mi
cuerpo en el aire.
La “tarea” de enseñar se dio
naturalmente, dentro de la clase a la que asistía para aprender fui mostrando a
mis compañeras diferentes figuras en la tela, avanzaba rápido ya que no me
costaba y me encantaba. Fue entonces que a los 17 años me propusieron enseñar
acrobacia en tela a un grupo de niñas pequeñas y acepté muy a gusto. Fue mi
primer trabajo, aunque debo reconocer que esa palabra nunca la utilicé, para mí
no era ir a trabajar, sino ir a enseñar lo que más me gustaba hacer. Como
profesora no puedo definirme con un perfil determinado, voy cambiando mi manera
de enseñar, no es la misma profesora aquella que comenzó a enseñar hace 7 años,
que esta que enseña hoy: la experiencia, el ensayo y error y el profesorado
hicieron que fuera cargándome de herramientas y creo que la clave es poder
actualizarse, capacitarse y cambiar. Sobre todo eso, estar abierta al cambio, a
no quedarse con una única postura ni con una “fórmula ideal” porque es obvio
que no existe.
Pasaron muchos alumnos y alumnas de
diferentes edades, se abrieron las puertas en diversos lugares como clubes,
academias de danzas hasta la Escuela de Deportes del Colegio Castelfranco. Un
lugar que me ligó a la Educación Física, ya que allí estaba rodeada de
profesores de esta disciplina y pude conocer de qué se trataba. El Profesorado
de Educación Física era desconocido para mí o, mejor dicho, era algo sobre lo
que tenía una idea errónea: creía que para ser “profe” tenía que ser “buena”
para todos los deportes, algo que nunca fui, excepto para natación.
Fue el coordinador de este colegio
quién insistió para que inicie la carrera, apostando a que iba a poder hacerla
y a que ese era mi lugar. Fue entonces que en 2016 me inscribí en el
Profesorado de Educación Física Quality ISAD y me encontré en un sitio donde me
siento a gusto, donde aprendo con emoción y con curiosidad.
No puedo dejar de mencionar la
importancia de mi familia, empezando por mi hija que actualmente tiene 6 años y
que le “tocó” una mamá trabajadora y estudiante. No sé si es lo mejor para
ella, pero sí trato de hacerle entender y conocer la importancia de estudiar,
de tener una pasión y de seguirla, crearla, buscarla y no soltarla. Le muestro
y cuento mis actividades dentro del profesorado para hacerla parte, para que
conozca el mundo de la Educación Física, la importancia del movimiento y de
expresar con el cuerpo. No podría cursar esta carrera sin la gran ayuda de mi
mamá, que hace de abuela, niñera y cocinera.
Un día en mi vida es como correr una
maratón, comienza con ir a cursar temprano, almorzar con mi hija, llevarla al
colegio, ir a trabajar (actualmente en 4 lugares distintos), al volver ponerme
en el papel de “madre que ayuda con las tareas” y “madre que hace comidas
entretenidas para que hija se enganche comiendo saludable”, y ¿estudiar cuándo?
Por la madrugada, cuando el resto de los integrantes de la familia (padres y
hermanos) duermen. Una rutina bastante cansadora, si bien la disfruto muchísimo
y en las vacaciones la extraño, hay momentos de desborde físico y mental, y ahí
aparece mi grupo de estudio tirándome un salvavidas.
Si tuviera que proyectarme de acá a 5
años me veo ejerciendo como profe de Educación Física en alguna institución
escolar, siguiendo con mis clases de acrobacia en tela y seguramente dictando
clases de natación. Una pasión que guardé 12 años hasta comenzar el
profesorado, que volví a sentir el gustito por nadar y luego de trabajar en una
escuela de verano, descubrí el gusto por enseñar esta disciplina a niños y
niñas. Es por eso que decidí comenzar el instructorado en Natación para
capacitarme más aún.
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