Lucila Torres

Mi nombre es Lucila Torres, tengo 26 años y soy nacida en Córdoba Capital.




A los 8 años mi mamá me llevó a una escuela de verano y ahí comenzó a gustarme la natación. Fue entonces que me inicié en este deporte, llegando a formar parte de un equipo de competición hasta los 12 años que decidí dejarlo para investigar el mundo de la danza, algo totalmente distinto y ligado a lo artístico. Pasé por diferentes danzas: jazz, clásico, hip hop entre otras. Fue mi profesora de danza quién me presentó la Acrobacia Aérea en Tela, un amor a primera vista. Con 15 años comencé a conocer esta actividad ligada al circo que me atrapó hasta hoy. Un mundo nuevo, de enrosques, trepadas, agarres, quemaduras en el cuerpo, dolores en músculos que ni sabía que existían y una actividad muy poco conocida en ese momento.

Con el paso de los años me fui formando con artistas y profesores ligados al circo no sólo con el elemento tela, sino también en trapecio, lyra/aro, cuerda, palo chino. Es mi pasión, algo que nunca me aburre ni me
cansa y voy descubriendo cómo mover mi cuerpo en el aire.

La “tarea” de enseñar se dio naturalmente, dentro de la clase a la que asistía para aprender fui mostrando a mis compañeras diferentes figuras en la tela, avanzaba rápido ya que no me costaba y me encantaba. Fue entonces que a los 17 años me propusieron enseñar acrobacia en tela a un grupo de niñas pequeñas y acepté muy a gusto. Fue mi primer trabajo, aunque debo reconocer que esa palabra nunca la utilicé, para mí no era ir a trabajar, sino ir a enseñar lo que más me gustaba hacer. Como profesora no puedo definirme con un perfil determinado, voy cambiando mi manera de enseñar, no es la misma profesora aquella que comenzó a enseñar hace 7 años, que esta que enseña hoy: la experiencia, el ensayo y error y el profesorado hicieron que fuera cargándome de herramientas y creo que la clave es poder actualizarse, capacitarse y cambiar. Sobre todo eso, estar abierta al cambio, a no quedarse con una única postura ni con una “fórmula ideal” porque es obvio que no existe.

Pasaron muchos alumnos y alumnas de diferentes edades, se abrieron las puertas en diversos lugares como clubes, academias de danzas hasta la Escuela de Deportes del Colegio Castelfranco. Un lugar que me ligó a la Educación Física, ya que allí estaba rodeada de profesores de esta disciplina y pude conocer de qué se trataba. El Profesorado de Educación Física era desconocido para mí o, mejor dicho, era algo sobre lo que tenía una idea errónea: creía que para ser “profe” tenía que ser “buena” para todos los deportes, algo que nunca fui, excepto para natación.

Fue el coordinador de este colegio quién insistió para que inicie la carrera, apostando a que iba a poder hacerla y a que ese era mi lugar. Fue entonces que en 2016 me inscribí en el Profesorado de Educación Física Quality ISAD y me encontré en un sitio donde me siento a gusto, donde aprendo con emoción y con curiosidad. 

Fue aquí donde pude conformar un gran grupo de estudio, personas que como yo trabajan y cursan la carrera. El hecho de tener el “tiempo limitado” creo que ayuda a que tomemos las cosas con cierto grado de responsabilidad. El grupo es una pieza clave para sobrellevar el estudio, compartiendo muchas noches de pasar de largo con litros de café encima para no dormirnos. Un grupo motivado por aprender en el día a día y obviamente en obtener ese bendito papel que diga que somos Profesores de Educación Física.

No puedo dejar de mencionar la importancia de mi familia, empezando por mi hija que actualmente tiene 6 años y que le “tocó” una mamá trabajadora y estudiante. No sé si es lo mejor para ella, pero sí trato de hacerle entender y conocer la importancia de estudiar, de tener una pasión y de seguirla, crearla, buscarla y no soltarla. Le muestro y cuento mis actividades dentro del profesorado para hacerla parte, para que conozca el mundo de la Educación Física, la importancia del movimiento y de expresar con el cuerpo. No podría cursar esta carrera sin la gran ayuda de mi mamá, que hace de abuela, niñera y cocinera.

Un día en mi vida es como correr una maratón, comienza con ir a cursar temprano, almorzar con mi hija, llevarla al colegio, ir a trabajar (actualmente en 4 lugares distintos), al volver ponerme en el papel de “madre que ayuda con las tareas” y “madre que hace comidas entretenidas para que hija se enganche comiendo saludable”, y ¿estudiar cuándo? Por la madrugada, cuando el resto de los integrantes de la familia (padres y hermanos) duermen. Una rutina bastante cansadora, si bien la disfruto muchísimo y en las vacaciones la extraño, hay momentos de desborde físico y mental, y ahí aparece mi grupo de estudio tirándome un salvavidas.

Si tuviera que proyectarme de acá a 5 años me veo ejerciendo como profe de Educación Física en alguna institución escolar, siguiendo con mis clases de acrobacia en tela y seguramente dictando clases de natación. Una pasión que guardé 12 años hasta comenzar el profesorado, que volví a sentir el gustito por nadar y luego de trabajar en una escuela de verano, descubrí el gusto por enseñar esta disciplina a niños y niñas. Es por eso que decidí comenzar el instructorado en Natación para capacitarme más aún.



Lucila en 5 palabras: perseverante, luchadora, sensible, miedosa y con carácter fuerte. ¿Qué peligrosa combinación no?

Puedo cerrar esta biografía con una frase de cabecera y que no es de mi autoría “DEJA LA VIDA VOLAR”.




Fotografía: Valentina Barbero



Comentarios

Entradas populares